12 cosas que hacer en Turín: la elegancia de la primera capital italiana


El vapor se alza desde las tazas de bicerin en los históricos cafés de Turín mientras los primeros rayos de sol acarician las fachadas barrocas de Via Roma. Hay algo magnético en esta ciudad del noroeste italiano que trasciende su reputación industrial: una elegancia discreta que se despliega entre palacios señoriales, chocolaterías centenarias y los susurros de una realeza que una vez llamó hogar a estos boulevares ordenados.

Turín no grita su belleza como Venecia o Roma; la murmura con la sofisticación de quien sabe que las mejores historias se cuentan en voz baja. Esta antigua capital del Reino de Piamonte-Cerdeña, primera sede del Reino de Italia unificado, conserva en cada esquina la memoria de su pasado real. Pero lejos de vivir anclada en la nostalgia, ha sabido reinventirse como una metrópoli cultural vibrante, donde los museos de vanguardia dialogan con los palacios históricos y donde la tradición chocolatera convive con una escena gastronómica contemporánea que sorprende incluso a los paladares más exigentes.

¿Te has preguntado alguna vez qué sucede cuando una ciudad real decide abrazar la modernidad sin renunciar a su esencia aristocrática? La respuesta la encontrarás paseando por estas calles que un día pisaron reyes y que hoy recorren artistas, emprendedores y viajeros en busca de autenticidad.

Perderse entre los tesoros del Palacio Real

Los Apartamentos Reales del Palazzo Reale son una sinfonía de terciopelos rojos, dorados y mármoles que narran tres siglos de historia dinástica. Cada habitación es un capítulo de la epopeya saboyana: desde el Salón del Trono, donde aún parece resonar el eco de las audiencias reales, hasta la Sala de Baile, con sus espejos que multiplican la luz de las arañas de cristal hasta el infinito.

Pero aquí hay algo que pocos visitantes descubren: la Armería Real custodia no solo una de las colecciones de armas más importantes del mundo, sino también la armadura completa de Francisco I de Francia, capturado en la batalla de Pavía. Imagina por un momento la ironía histórica: el rey francés prisionero en territorio saboyano.

La Biblioteca Real añade otra capa de fascinación con sus manuscritos iluminados y, sobre todo, con un autorretrato de Leonardo da Vinci que te observa desde sus 500 años de antigüedad. ¿No te parece extraordinario que uno de los genios más universales haya dejado su huella en esta ciudad del norte?

Conquistar la Mole Antonelliana

Esta aguja de 167 metros, originalmente concebida como sinagoga, se ha convertido en el icono indiscutible de Turín. Alessandro Antonelli, su arquitecto, diseñó lo que entonces era el edificio de ladrillo más alto de Europa, una proeza técnica que aún hoy impresiona a los ingenieros.

El Museo Nacional del Cine que alberga en su interior es un viaje fascinante por la historia del séptimo arte. Pero aquí está el secreto que transforma una visita turística en una experiencia memorable: el ascensor panorámico de cristal que asciende por el interior de la cúpula. Mientras subes, Turín se despliega bajo tus pies como un mapa en relieve, y al llegar arriba, las vistas alcanzan hasta el Monte Bianco. En días claros, puedes distinguir hasta 80 pueblos diferentes.

¿Sabías que desde aquí arriba Federico Fellini solía contemplar la ciudad cuando venía a presentar sus películas? El director italiano confesó que la perspectiva desde la Mole le inspiraba nuevas ideas cinematográficas.

Descubrir los misterios del Museo Egipcio

Segundo solo al de El Cairo, el Museo Egipcio de Turín custodia tesoros faraónicos que incluyen la tumba intacta de Kha y Merit, arquitecto real y su esposa, descubierta por la misión italiana en 1906. Lo extraordinario de esta tumba es que nunca fue saqueada: sus 500 objetos originales, desde joyas hasta alimentos momificados, nos permiten comprender cómo vivían los privilegiados del antiguo Egipto.

Las salas envuelven al visitante en una atmósfera de misterio milenario, pero hay un detalle que escapa a muchos: los papiros que alberga este museo fueron fundamentales para que Champollion descifrara los jeroglíficos. Sin Turín, quizás aún seguiríamos sin entender la escritura faraónica.

Recorrer el Palazzo Carignano donde nació Italia

Este palacio barroco de ladrillo ondulado, obra de Guarino Guarini, fue testigo del nacimiento de Vittorio Emanuele II y acogió el primer Parlamento italiano. Sus salones rojos y dorados conservan el eco de los debates que forjaron la nación italiana, pero también algo más íntimo: en estas habitaciones se decidió el futuro de un país fragmentado durante siglos.

La fachada curva del palacio, única en su género, crea un juego de luces y sombras que cambia a lo largo del día. Los turineses dicen que Guarini diseñó esta ondulación para simbolizar las olas del mar que una Italia unificada tendría de norte a sur.

Perderse en el laberinto del Quadrilatero Romano

En este entramado de calles estrechas late el corazón más auténtico de Turín. Entre los muros medievales que aún conservan piedras de la antigua Augusta Taurinorum romana, se esconden osterie centenarias donde el tiempo parece haberse detenido. Aquí, en locales que no han cambiado su decoración desde los años 40, puedes degustar el auténtico vitello tonnato mientras escuchas las conversaciones en dialecto piamontés de los parroquianos de siempre.

El Mercado de Porta Palazzo, en el corazón de este barrio, es el más grande de Europa al aire libre. Pero no es solo un mercado: es un microcosmos multicultural donde los aromas del bagna cauda se mezclan con especias magrebíes y productos de los Balcanes, reflejando la nueva cara cosmopolita de Turín.

Admirar la Basílica de Superga

Encaramada en lo alto de la colina, esta obra maestra de Filippo Juvarra nació de un voto del duque Vittorio Amedeo II durante el asedio francés de 1706. La promesa se cumplió con creces: la basílica, inspirada en el Panteón romano, domina toda la llanura padana con una elegancia que quita el aliento.

Las tumbas reales de la Casa de Saboya descansan en sus criptas, pero hay una historia que pocos conocen: aquí también reposan los restos de la familia real serbia de los Karađorđević, acogidos por los Saboya en el exilio. Una muestra más de la hospitalidad dinástica que caracterizó a esta casa real.

Viajar en el tiempo en Palazzo Madama

Desde la Porta Praetoria romana hasta el salón de baile rococó, este palacio condensa tres milenios de historia turinesa en sus piedras. La Gran Escalera de Juvarra es una cascada de mármol blanco que asciende hacia salones donde una vez residieron las Madame Reali, las primeras damas del reino que gobernaron como regentes.

El contraste entre la sobria torre medieval y la fachada barroca de Juvarra cuenta, sin palabras, la evolución de Turín desde burgo defensivo hasta capital europea.

Explorar la Venaria Reale

A las afueras de Turín, esta Reggia del siglo XVII despliega jardines geométricos y salones decorados que rivalizan con Versalles. Los Giardini di Diana, recientemente restaurados según los planos originales de André Le Nôtre, recuperan el esplendor barroco en 60 hectáreas de perspectivas perfectas.

Pero la Venaria de hoy es más que un museo: las exposiciones temporales crean diálogos fascinantes entre pasado y presente. ¿Has visto alguna vez un Caravaggio dialogar con una instalación contemporánea? Aquí es posible.

Contemplar arte en la GAM

La Galleria d’Arte Moderna alberga desde obras de Caravaggio hasta instalaciones contemporáneas. Su colección de arte piamontés del siglo XIX revela una escuela pictórica refinada que merece una mirada atenta, especialmente las obras de Antonio Fontanesi, precursor del paisajismo moderno italiano.

Disfrutar del bicerin en el Caffè Al Bicerin

En Via del Collegio, el histórico Caffè Al Bicerin mantiene intacta la receta de 1763 de esta bebida que combina café, chocolate y crema en capas perfectas. Aquí bebieron Cavour, Nietzsche y Dumas, y la receta sigue siendo un secreto celosamente guardado por la familia propietaria.

Respirar verde en el Parco del Valentino

Este parque del siglo XIX, con su Castello del Valentino y el peculiar Borgo Medievale (una reconstrucción historicista del XIX que recrea un pueblo medieval piamontés), ofrece refugio junto al río Po. Es el lugar perfecto para una pausa contemplativa con los Alpes como telón de fondo.

Contemplar Turín desde el Monte dei Cappuccini

Desde esta colina, Turín se despliega como un mapa en relieve. La Chiesa di Santa Maria del Monte corona la elevación, mientras que la vista panorámica revela la geometría perfecta del trazado urbano saboyano, diseñado para impresionar y para facilitar el control militar del territorio.

¿Te has fijado en que todas las calles principales convergen hacia los palacios reales? No es casualidad: el urbanismo barroco turinés fue concebido como un escenario teatral donde el poder se hacía visible.


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Fotografía © Esteban Trivelli (Unsplash)

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