Monte Roraima: el último mundo perdido de Venezuela


Imagina por un momento que pudieras viajar dos mil millones de años atrás. Te encontrarías en un planeta irreconocible, donde continentes enteros se desplazaban como piezas de un rompecabezas cósmico. Ahora, regresa al presente y contempla el Monte Roraima: esa inmensa mesa de piedra que se alza en la frontera entre Venezuela, Brasil y Guyana es, literalmente, un fragmento de aquel mundo ancestral. Una isla del tiempo perdido, suspendida a 2.810 metros sobre el nivel del mar, donde Arthur Conan Doyle encontró la inspiración para su novela «El mundo perdido» sin siquiera haberla visitado.

¿Pero qué hace que este lugar sea tan especial que inspire literatura fantástica y despierte la fascinación de científicos de todo el mundo?

El altar de los dioses pemones

Los pueblos indígenas pemones lo llaman «Roraima-tepui», que significa «la madre de todas las aguas». Para ellos, no es simplemente una montaña: es el tronco del árbol sagrado del que brotaron todos los frutos del mundo. Y cuando uno contempla sus paredes verticales de casi dos kilómetros de altura, cortadas como si un titán hubiera usado un cuchillo gigantesco, es fácil comprender por qué lo consideran la casa de los dioses.

El Roraima pertenece a la familia de los tepuyes —término pemón que significa precisamente «casa de los dioses»—, formaciones geológicas únicas en el planeta. Estas montañas tabulares son los restos de un supercontinente que existía cuando América del Sur y África formaban una sola masa terrestre. Mientras el resto del mundo cambiaba, evolucionaba y se transformaba, los tepuyes permanecieron inmutables, convirtiéndose en laboratorios naturales donde la vida siguió caminos evolutivos únicos.

¿Te has preguntado alguna vez cómo sería un lugar donde el 40% de las plantas no existen en ningún otro rincón de la Tierra?

Un viaje hacia lo imposible

La experiencia de ascender al Monte Roraima comienza mucho antes de pisar la montaña. El viaje desde Caracas hasta Santa Elena de Uairén —la puerta de entrada a la Gran Sabana— ya ofrece un primer vistazo de lo que está por venir. Conforme el avión desciende, el paisaje se transforma: la selva densa da paso a una sabana dorada salpicada de formaciones rocosas que parecen esculturas abandonadas por una civilización anterior.

Desde Santa Elena, el trayecto en vehículo 4×4 hasta Paráitepuy —el último pueblo antes del ascenso— recorre 65 kilómetros de pista que serpentea entre cascadas cristalinas y formaciones tepuyanas menores. Es aquí donde muchos viajeros experimentan por primera vez esa sensación de estar abandonando el mundo conocido.

El ritual de tres días

El trekking hacia la cima del Roraima no es simplemente una caminata: es una peregrinación de tres días que transforma tanto el cuerpo como la percepción de lo posible. Los guías pemones —verdaderos guardianes de conocimiento ancestral— no solo conocen cada sendero y cada formación rocosa; son capaces de interpretar el lenguaje de la montaña, desde el significado de los cambios en la vegetación hasta los sonidos que anuncia el clima.

El primer día de ascenso atraviesa diferentes ecosistemas: desde la sabana de gramíneas hasta el bosque nublado, donde los árboles se cubren de musgos y bromelias como si fueran adornos navideños gigantescos. ¿Sabías que algunos de estos musgos pueden absorber hasta 20 veces su peso en agua? Esta capacidad los convierte en verdaderas esponjas naturales que regulan la humedad del ecosistema.

Aquí viene la pregunta que todo viajero se hace al menos una vez durante el ascenso: ¿cómo es posible que la vida florezca en condiciones tan extremas?

La meseta de otro planeta

Alcanzar la cima del Roraima es como desembarcar en otro planeta. La meseta superior, con sus 31 kilómetros cuadrados, despliega un paisaje que desafía cualquier referencia terrestre conocida. Formaciones rocosas esculpidas por milenios de erosión crean laberintos pétreos donde es fácil perderse. Jardines de piedra se alternan con pozas de agua cristalina, mientras una bruma constante envuelve el conjunto en un manto de misterio.

El Valle de los Cristales constituye uno de los espectáculos más extraordinarios de la meseta. Aquí, formaciones de cuarzo rosa y amatista emergen del suelo como si fueran flores minerales. Los geólogos explican que estos cristales se formaron cuando los minerales disueltos en el agua se depositaron lentamente en las grietas de la roca madre, un proceso que requirió millones de años de paciencia geológica.

Los «jacuzzis naturales» —pozas de agua tibia talladas en la roca— ofrecen un refugio perfecto para el baño contemplativo. El agua, filtrada a través de capas de arenisca durante décadas, emerge a una temperatura constante de aproximadamente 15°C, ideal para relajar los músculos después de la caminata.

Encuentros con lo endémico

En la meseta del Roraima habita un mundo evolutivo único. Las plantas carnívoras endémicas, especialmente las diminutas droseras, han desarrollado estrategias de supervivencia fascinantes. En un ambiente donde los nutrientes son escasos, estas plantas obtienen nitrógeno y fósforo capturando pequeños insectos con sus hojas pegajosas que brillan como joyas bajo la luz del sol.

¿Alguna vez has visto una rana dorada que parece hecha de oro puro? La rana endémica del Roraima desarrolló su coloración dorada brillante como protección contra la intensa radiación ultravioleta de la altura. Es tan específica de este tepuy que los científicos la consideran una especie «relicto», un vestigio viviente de procesos evolutivos únicos.

Consejos para el viajero consciente

Cuándo ir y qué esperar

La estación seca, entre diciembre y abril, ofrece las mejores condiciones para el ascenso, aunque es importante recordar que en la cima llueve prácticamente todos los días del año. Las temperaturas oscilan dramáticamente: mientras que en la base puedes experimentar 25°C durante el día, en la cima nocturna el termómetro puede descender hasta 5°C.

¿Sabías que la humedad en la meseta del Roraima se mantiene constante en un 95%? Esto significa que la ropa nunca se seca completamente, y que la sensación de humedad es constante. Los viajeros experimentados recomiendan llevar ropa térmica de materiales sintéticos que conserven el calor incluso húmedos.

El arte de la preparación

El Roraima exige una preparación física y mental específica. No es técnicamente difícil, pero sí demandante: tres días de caminata con desniveles pronunciados, llevando todo lo necesario para la supervivencia en un ambiente extremo. Los guías locales proporcionan equipamiento de camping y comida, pero cada excursionista debe cargar su mochila personal.

La filosofía del slow travel cobra especial sentido aquí. Los ascensos express de dos días traicionan la esencia del lugar. Es recomendable dedicar al menos cinco días al viaje completo, permitiendo que el ritmo pausado de la montaña impregne la experiencia.

Gastronomía de altura

La cocina de expedición en el Roraima es sorprendentemente sofisticada. Los guías pemones han perfeccionado técnicas de conservación que permiten preparar comidas nutritivas y sabrosas en condiciones extremas. El casabe —pan de yuca elaborado según técnicas ancestrales— se convierte en el acompañante perfecto para guisos de pollo y verduras cocinados en fogatas.

Las noches en la meseta se acompañan tradicionalmente con chocolate caliente preparado con cacao criollo venezolano y endulzado con papelón. ¿Sabías que el cacao que crece en la región del Orinoco se considera entre los mejores del mundo? Su sabor intenso y ligeramente ácido proporciona la energía perfecta para enfrentar las bajas temperaturas nocturnas.

Más allá del tepuy: extensiones imperdibles

El Salto Ángel: hermano aéreo del Roraima

A 200 kilómetros del Roraima, el Salto Ángel —la cascada más alta del mundo con sus 979 metros de caída libre— ofrece una perspectiva complementaria del mundo tepuyano. El vuelo en avioneta sobre la selva permite apreciar la magnitud del sistema de mesetas y comprender que el Roraima forma parte de un archipiélago de islas geológicas suspendidas sobre el mar verde de la selva.

Los tepuyes hermanos

El Kueka-tepui y el Yuruaní-tepui conforman junto con el Roraima una trinidad geológica. Excursiones de un día permiten explorar cascadas como el Salto La Cortina, donde el agua se precipita desde 105 metros de altura creando un espectáculo de luces y sonidos que cambia según la posición del sol.

El misterio que permanece

En las noches del Roraima, cuando la bruma se espesa hasta volverse casi tangible, los sonidos adquieren dimensiones místicas. El goteo constante del agua sobre las rocas crea ritmos hipnóticos que los pemones interpretan como el pulso de la montaña. Las formaciones rocosas parecen cobrar vida propia: bloques de toneladas en equilibrio imposible sobre bases minúsculas, cavidades que funcionan como resonadores naturales amplificando susurros hasta convertirlos en ecos fantasmales.

Una tradición pemón asegura que quien bebe agua directamente de los manantiales del Roraima quedará «marcado» por la montaña y regresará inevitablemente. Los guías locales sonríen cuando cuentan esta leyenda, pero muchos visitantes confirman que la sensación de llamado es real: el Roraima deja una huella imborrable en quienes lo visitan.

¿Te atreverías a beber de esas aguas ancestrales?

El regreso transformador

Descender del Monte Roraima constituye un ritual de reintegración al mundo ordinario, pero algo fundamental ha cambiado. Los ojos, acostumbrados a la inmensidad, necesitan tiempo para readaptarse a las proporciones humanas. El corazón conserva la memoria de haber tocado algo eterno, de haber participado en un diálogo milenario entre la piedra y el cielo.

El Roraima no es simplemente un destino: es una invitación a redescubrir la capacidad de asombro. En sus alturas, donde el tiempo se mide en eras geológicas, cada viajero encuentra su propia versión del mundo perdido. Y quizás comprende que el verdadero descubrimiento no es geográfico, sino interior: la revelación de que aún existen lugares capaces de transformar para siempre nuestra percepción de lo posible.


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Fotografía © Paulo Fassina (flickr)

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